Aquí la tierra es mala; agujas de pino, perros que se comen las puertas y pesadillas que requieren diazepam.




Toda novela tiene una historia, a veces corta, otras veces de toda una vida. 

Aquí la tierra es mala lleva conmigo toda la vida aunque yo no fuera consciente de ello hasta que tuve una pesadilla que me provocó algún ataque de ansiedad incluso semanas más tarde. 

Lleva conmigo desde que las dos parejas de hermanos íbamos a coger piñas al bosque de Las Canteras en Puerto Real y a veces unos perros se lanzaban contra la puerta de un chalé para destrozarnos, y teníamos que pasar junto a la puerta por un camino estrecho como la única rueda de la carretilla, y era o rozar la puerta y los dientes, o caerse entre los árboles, los troncos y más abajo las copas, y reventarse contra el suelo una vez el cuerpo bien desollado y lleno de golpes. 

Una vez la puerta del chalé estaba abierta cuando pasamos, no sé si me entendéis. 

Con esa vista privilegiada de los niños, yo miraba las hormigas, era capaz de distinguir incluso los pelillos de su caparazón y el brillo sangriento de sus ojos; aunque quizás es algo que he imaginado con los años. Yo prestaba especial atención a la savia pegajosa de las piñas y cómo cambiaba su textura con el frío y el calor. A lo que se escondía bajo las raíces retorcidas. Yo siempre sabía que el bosque se movía debajo de mis pies y a veces debajo de mis manos.

Luego es cierto que estudié en la Facultad de Ciencias del Mar y es cierto que he visitado el Hospital de Puerto Real y es cierto que todo lo que no he vivido lo he preguntado y me he documentado como si tuviese que entregar un trabajo de fin de carrera, pero todo eso, lo que sucede durante la escritura del libro, no es tan importante como la pesadilla que tuve con unos treinta y cinco años, aquella en que la lengua se me hinchaba y, con esa naturalidad con que las cosas imposibles suceden en los sueños, yo podía ver unos enormes poros negros en la superficie de mi lengua y en cada uno de esos poros había un pelillo duro, que podía ser animal o vegetal, y se me hinchaba la lengua hasta tocar el cielo de la boca y lo acariciaba y aplastaba, y la boca se me abría sola porque ya no me cabía la lengua.

Pensar en ello, muchos días más tarde, me hizo volver a aquella sensación de angustia y asfixia tan cercana a un ataque de ansiedad. Eso está en esta novela. Y los perros, los pinos, las hormigas, la grima y el asco, el miedo que da lo que no grita mientras devora, la oscuridad del bosque, que va del ojo hacia fuera como una catarata negra. 

Aquí la tierra es mala está llena de verdad, de mi verdad, de lascas de piel perdidas jugando en el bosque, o huyendo por el bosque, de óxido que he olido, de hongos, maleza, sudor y mierda que he olido realmente, y por todo eso me veía obligado a escribir la novela de un modo honesto.

Prescindiendo de absurdos cliffhangers que sirven para mantener la atención de la gente a la que no has conseguido enganchar con la historia. Prescindiendo de villanos arquetípicos que quieren sacar partido de la situación, de villanos estúpidos que abren la puerta para que entren los monstruos porque quieren salir por ese mismo sitio por el que van a entrar. Cocinando la situación a fuego lento. Retrocediendo en el tiempo para daros a conocer a cada uno de los personajes, para que sus vidas te importen. Para que su miedo sea tu miedo.

Pero reservando para el final las mejores tiradas de dados, por supuesto. 

Creo que he nadado contracorriente en lo dicho antes y en otros aspectos, porque, ¡qué fácil habría sido escribir una novela de monstruos con monstruos que ya me han dado hechos!, monstruos familiares con un comportamiento conocido y que sé que tienen un público fiel hasta la no muerte. Eso tampoco habría sido honesto conmigo ni con vosotros.  

Esta novela no es esa novela.

Esta novela es mía, lleva trozos de mí y por eso no puede ser esa otra novela que esperas encontrar cuando acudes a la línea Z de Dolmen. 

Sabiendo lo que hay, si te decides a probarla, espero que te deje unas cuantas marcas. Yo las tengo.

 

No hay comentarios:

Deja un comentario

MUNDIFRASES

Web imprescindible para nutrirte de cultura y genialidades de hoy y de siempre. Pincha aquí.